Sagrario y « el monólogo de las balas»

POR FIDIAS OMAR DIAZ..Han transcurrido 40 años desde aquel fatídico 4 de abril de 1972 y Sagrario
Haber recibido un disparo directo mortal, al ser ametrallada la UASD por tropas Policiales. Al día siguiente, en su columna «PROA» del desaparecido vespertino «Ultima Hora», el periodista don Julio Cesar Martínez publicó «El monólogo de las balas»:


«A raíz de su designación para la jefatura de la Policía Nacional, el general Neit Nivar Seijas proclamó que él estaría dispuesto inclusive a presentarse en el campus de la Universidad en caso de que apareciera algún conflicto, con el fin de hallar soluciones no violentas, mediante el diálogo, a cualquier incidente.




Su promesa quedó incumplida ayer, tan pronto se presentó el primero. Casi siempre ha sucedido así cuando se trata de gente habituada a los métodos de fuerza. Sus promesas se esfuman porque pierden los estribos y la ferocidad da paso a la brutalidad, como sucedió ayer en la UASD.


La verdad hay que decirla aunque duela y aunque nos enajene amistad o conveniencias. Debido a que por tanto tiempo hemos buscado suavizar la verdad, estamos cada día a las puertas del exabrupto brutal. Ya es hora de detener la barbarie venga de donde viniere y cueste lo que cueste.


Lo de ayer en la universidad fue un exabrupto policíaco sin nombre. Fue un pretexto cobarde la agresión de que se hizo víctima a hileras interminables de jóvenes, en su mayoría mujeres, que se inscribían en filas interminables en una Universidad en receso.


Mi hija debió asistir hoy a inscribirse en la UASD, y el sólo hecho de pensar en cuál hubiera sido mi reacción como padre en el caso de que hubiera sido hoy y no ayer la marcha de los invasores a la UASD, me produce una indignación que me permite comprender, y compartir, la indignación y la ira que deben experimentar desde ayer todos los padres y todos los familiares de las víctimas de la increíble y bochornosa incursión.


Cada familia dominicana está expuesta a sufrir esto mientras la barbarie sea el método preferido de las llamadas autoridades en cuyas manos se ha encomendado, tal vez equivocadamente, el orden social y la seguridad de la ciudadanía.


Ayer nadie provocó a la policía; pero sucede, según las apariencias, que la policía siente gusto y necesidad de entrenarse tiroteando y agrediendo. ¿Es necesario acaso disparar y agredir por la mera presunción de que un perseguido político se guarece en algún lugar? ¿Quién ha investido de esa potestad a los costosos e inútiles cuerpos encargados teóricamente de proteger y fender la vida y el sosiego social?


Ayer se oyó sólo el monólogo de la fuerza bruta. Después de una Semana Santa de recogimiento, advino un martes de sangre y de provocación incalificable.


Todos lo hombres y todas la mujeres de este país tenemos que sacudirnos de la inercia y crear de veras un estado de derecho en donde se está imponiendo un estado de brutalidad »

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