La mujer, que fue definida por sus allegados como una emprendedora y profesional con un futuro brillante, vivía con su marido y sus hijos, Wilfredito, Jarlin y su hija Wilmis, de 20, 18 y 14 años en una casa en construcción que les prestó una amiga hace unos cinco años.
La dueña de la vivienda, que está parcialmente sin piso, tiene el techo deteriorado y las puertas y ventanas poco seguras, hace unos meses le pidió que la desalojaran porque una hija de ella se mudaría en la casa, cuenta Wilfredo Bobonagua, esposo de Paula.
La familia era sustentada a base de los trabajos de abogada que Paula conseguía y las “chiripas” que su marido consigue como mecánico.
A la responsabilidad normal con sus hijos, se sumó la dependencia a la insulina
que tiene hace unos 4 años su madre y el autismo de su primogénito, Wilfredito, de 20 años.
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