OPINION: El liderazgo y el partidismo dominicano carecen de visión ideológica


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La ausencia de ideologías o corrientes de pensamiento político, filosófico o doctrinario en los liderazgos y en las fuerzas que los sustentan parece que tiene sus raíces en la historia nacional desde el inicio del siglo pasado. Y no se advierte entre los actores ninguna iniciativa para orientarse en una u otra dirección.
El pragmatismo conveniente en el propósito abierto por la conquista del poder rechaza todo esfuerzo por configurar un conjunto de ideas o propuestas que permitan identificar un alineamiento ideológico en atención a las corrientes mundiales.
Hay, sin embargo, un punto de convergencia: el nacionalismo, pero el discurso nacionalista sólo suele ser expresado ante Haití. Frente a otras amenazas como la influencia dominante de Estados Unidos, del nacionalismo anti haitiano se pasa a la genuflexión.
Estados Unidos resulta más bien un paradigma para todos los aspirantes al poder en las fuerzas políticas principales. El horizonte se orienta hacia Norteamérica como modelo en materia de desarrollo económico, organización de las agencias públicas, institucionalidad y justicia, ornato y seguridad ciudadana.
Al mismo tiempo, entre quienes aspiran a gobernar el país hay una marcada competencia con el propósito de alcanzar la aprobación de los entes de poder de ese país como un elemento de legitimación ante a las masas populares y los grupos económicos nacionales. A mayor “potabilidad” frente a Estados Unidos, se eleva el indicador de confianza a favor.
En esa perspectiva, habría que colegir que en general se sitúan en un marco de apertura hacia políticas de mercado e iniciativas conforme a lo que Estados Unidos entiende como modelo de desarrollo conveniente.
Modelos fallidos
Quizás ese comportamiento tenga raíces en la histórica nacional. Por eso fueron abandonados modelos como el “socialismo democrático” que no encontró vías de materialización cuando sus propulsores alcanzaron el poder en 1978 o en 1982 y 2000. Lo mismo habría que decir con otro modelo de factura local, como la “dictadura con respaldo popular”, que se limitó a una formulación teórica que luego el pragmatismo de sus herederos dejó en el pasado. Igual camino correría el proyecto de “liberación nacional”, traducido al final en una alianza con el último remanente del trujillismo anidado en el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), todo con el propósito de alcanzar el poder.
En una segunda etapa, los herederos ideológicos de las tesis de liberación nacional, ya de nuevo en el poder, hicieron aproximaciones a gobiernos que se inscribían dentro de la última corriente del llamado “socialismo del siglo XXI”, pero cuando ese vínculo fue percibido como una amenaza a la fidelidad de su afiliación a Estados Unidos, marcaron una raya de diferenciación para seguir a pie juntillas las líneas matrices que apuntalan el modelo norteamericano. Ese proceder llegó a un punto crítico después del establecimiento relaciones con China Popular, cuando el grupo gobernante se sintió amenazado por la irritación de Estados Unidos, y entonces se abrió un capítulo de concesiones que empujó a modificar la política mantenida hasta entonces frente a Venezuela.

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