Muchos barahoneros se destacaron en la Restaruación de la República


Con este cañón, ubicado en la avenida Enriquillo de Barahona, combatientes barahoneros dispararon contra la nave de guerra española "Isabael la Católica", a la que los obusos derribaron dos mástiles y causaron algunas bajas entre los soldados que la abordaban.


También en diferentes puntos de Barahona patriotas dominicanos, en su mayoría sureños, sostuvieron encarnizados combates contra las tropas españolas y anexionistas criollos

"Los inmortales prohombres de la memorable Restauración dominicana han sido maltratados, ultrajados, vilipendiados, y perseguidos por los tiranos contemporáneos de aquellos, y abandonados por la opinión pública. Sin embargo, ellos, con su valor indomable, su abnegación y sus sacrificios, salvaron la patria de extranjera dominación, y secundados valerosamente por la generación de su gloriosa época, cumplieron con su deber, impulsados por un patriotismo imponderable. Lucharon infatigables, sin tregua, por la libertad y el bien de sus conciudadanos.

Los próceres del 16 de agosto, corrieron la misma suerte de los héroes del 27 de febrero, y en cambio de la osadía de la proclamación de la patria independiente, se granjearon las persecuciones y las crueldades de los ambiciosos que no quisieron perdonarles la fabulosa nombradía que alcanzaron con su bravura y su noble espíritu de libertad. Los usurpadores del poder no pueden sufrir a los libertadores sino humillados y arrastrados a sus pies".

A continuación algunos de los nombres de algunos de los Barahoneros que participaron en la guerra de la restauración de la Republica.

De Enciclopedia Virtual Dominicana

Ángel Félix (El Liberata)


Nativo de Rincón, hoy Cabral, su madre se llamaba Liberata y de ahí se deriva el apodo de Ángel Liberata o Angelito Liberata.

Célebre y prestigioso hombre de armas de las comarcas del Sur. Dueño de cañaverales y trapiches. Seguidor de Santana, bajo cuya suprema jefatura fue a los campos de batalla en tiempos de la lucha por la independencia. Tenía grado de teniente coronel.

Bajo la anexión fue designado Comandante de Armas de Barahona, pero pocos días después de empezar las sublevaciones en el Sur, en septiembre de 1863, pronunció a Neyba y a Barahona.

Era el comandante de armas de Neyba en noviembre de 1863. Cuando vino la embestida en gran escala de los españoles, al no poder los patriotas seguir con el control de la plaza de Barahona, Félix ordenó el incendio de la ciudad y los españoles la encontraron envuelta en llamas. Entre las anécdotas originadas en este legendario personaje, Sócrates Nolasco recoge en sus Viejas Memorias, una muy digna de contarse.

El 8 de febrero de 1864, dos barcos españoles, el León y el Isabel la Católica, desde la bahía de Neyba, sometían a un efectivo cañoneo a las tropas de El Liberata, sin que los artilleros dominicanos lograran hacerle blanco a ninguno de los barcos. En esas circunstancias, Simeón, hijo del general Félix, le hizo saber a éste que uno de dos espías tomados prisioneros en la víspera en las inmediaciones de El Curro, demarcación de Azua, era artillero.

El Liberata los hizo traer a su presencia, empezó por fusilar a uno, que era español y le propuso un trato al restante, que era dominicano, llamado Nicolás Ramón, emparentado, por demás, con el general Félix. Pariente, le dijo el general ante el cadáver caliente aún del español, usted le puede hacer falta a su compañero..., pero en pago de un cañonazo a cualquiera de esos dos barcos, yo le perdono la vida. Dice el relato que Ramón el prisionero guardó silencio, caminó hacia donde estaba la pieza, corrigió el emplazamiento y la puntería y con dos certeros disparos al Isabel la Católica, hizo que las dos naves se fueran de la bahía. El artillero se ganó la vida y se convirtió en patriota.

Pero las fuerzas nacionales no pudieron contener el los españoles en el Sur y en medio de la derrota, encontró su fin el general Ángel Félix. Corría el mes de diciembre de 1863, y después de resistir valientemente hasta consumir todas las municiones, El Liberata caminaba solo por las calientes soledades del puesto cantonal de Petit-Trou, hoy Enriquillo. Lo atacaron a mansalva y cayó gravemente herido. Sus agresores lo dieron por muerto y huyeron.

Tres monteros de la zona encontraron a Félix en agonía y al preguntarle al general quiénes habían sido los autores de aquel acto, al célebre guerrero, ya moribundo, apenas le quedaron fuerzas para balbucear los nombres de dos reconocidos agentes de los españoles: Pedro Mártir y Remigio Carrasco, fueron los asesinos.
Antonio Cuello

De Pesquería, Barahona. Soldado veterano de las jornadas por la Independencia Nacional. Del nombre de su papá, que se llamaba Blas, le provino el apodo que casi llegó a convertirse en apellido oficial. Era de ojos grandes protegidos de pestañas largas, de mediana estatura, indio de color, de facciones y por la cabellera lacia, según la descripción del escritor sureño Sócrates Nolasco.

En acción conjunta con Ángel Félix (El Liberata) pronunció a Neyba y a Barahona contra la anexión en septiembre de 1863. Pasó luego a operar en Azua, Baní y San Cristóbal, bajo el mando inmediato del general Aniceto Martínez. Fue herido de un balazo en el pecho, en el desastroso combate de El Guanal de Paya, en noviembre del mismo año. Tuvo que retirarse con sus tropas y estar inactivo el tiempo imprescindible para recuperarse.

Cuando estuvo en condiciones volvió a la acción y se mantuvo en operaciones durante toda la campaña.

Después de la guerra fue de los más recalcitrantes seguidores del bando antinacional de Buenaventura Báez. Tomó como asunto muy grave sus diferencias con Domingo Lázala, aquel que antes de ser Restaurador, presidió el tribunal que mandó a Sánchez al paredón el 4 de julio de 1861. Cuello pregonó que lo mataría y cumplió su palabra cuando preparó una emboscada y le dio muerte a Lázala, en Habanero, jurisdicción de Barahona.

Durante la dictadura de los Seis Años, peleaba Antonio Blas a favor de su caudillo. Fue herido de dos balazos en un combate librado en El Uvero, Rincón, hoy Cabral, contra tropas azules comandadas por el general Andrés Ogando. Fue capturado y el mismo Ogando se encargó de preservarle la vida y enviarle a casa de un curandero en Barahona, de apellido Barrientos. Un día, el mismo curandero involuntariamente le lastimó la herida y Antonio Blas murió desangrado a causa de una hemorragia incontenible.

Daniel Batista

La persecución de las autoridades españolas lo obligó a dejar a Fundación, Barahona, donde había nacido en 1842, fruto del matrimonio de José de los Santos Batista y Josefa Rodríguez. Terminó por asentarse en Pedregal, campo de Jarabacoa, y más adelante se trasladó a Santiago, donde se hallaba al momento de iniciarse la Guerra de Restauración.

No vaciló en irse al frente de batalla y en recompensa a sus condiciones de soldado patriota, se le otorgó el rango de capitán. Permaneció activo y mediante nombramiento del 6 de septiembre de 1864, el gobierno de Santiago, atendiendo a los méritos, circunstancias y servicios del Sor. Capitán Daniel Batista en la gloriosa Revolución Dominicana para reconquistar la Independencia de la Patria, ha venido en elevarlo al grado de Comandante de los Ejércitos de la República.

El comandante Batista fue miembro de la asamblea nacional inaugurada el 27 de febrero de 1865, en Santiago. Primero como suplente y desde el 15 de marzo, como Diputado titular por Jarabacoa. Después de la guerra, tuvo muy escasa participación política, pero se afirmó como hombre de extenso prestigio social en esa comunidad.

Falleció el 21 de julio de 1916, fue sepultado en la iglesia de Jarabacoa y ahí descansaron sus restos hasta el 1959, cuando fueron trasladados al cementerio municipal.

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