POR RUDDY GERMAN PEREZ.MENCÍA, Pedernales.- Las condiciones deprimidas en que vive la mayoría de los dominicanos en los pueblos del denominado sur profundo, los obliga acercarse a los grandes centros urbanos en busca de mejorar sus condiciones económicas.
Mencía, otrora pueblo orgulloso de su dominicanidad, llegó a convertirse en una ciudad fantasma, hasta que poco a poco haitianos indocumentados comenzaron a darle vida con su presencia.En la actualidad, el drama de Mencía es un mal que se extiende por los 382 kilómetros de la frontera.
Desde Pedernales hasta Pepillo Salcedo, los haitianos no sólo sustituyen a los dominicanos en las labores agrícolas y domésticas, sino que en algunos barrios se han constituido en mayoría.
El abandono de poblados enteros de parte de los dominicanos se observa en el llamado “Sur Profundo”, como ocurre en la comunidad de José Francisco Peña Gómez (antiguo Mencía), en Pedernales, hasta la parte Norte, como Dajabón y Montecristi.
En esta última zona decenas de escuelas han sido cerradas por el ministerio de Educación, por falta de alumnos dominicanos, zona donde muchas escuelas no llegan a quince estudiantes.
La presencia de haitianos en la frontera es tal, que en muchas comunidades los alcaldes pedáneos no saben hablar español, y los dominicanos que viven en esos lugares son alcanzan al tres por ciento de los habitantes.
Un ejemplo de esa situación son las localidades de Jaramillo, Judea, Isabel de Torres, El Gómez, La Cabuya, batey Madre, La Senita, Montecristi, donde 82 de las 83 viviendas que tiene el poblado, están ocupadas por familias haitianas y la restante es propiedad de un dominicano casado con una joven haitiana.
Las familias dominicanas que vivían en el lugar abandonaron sus casas y propiedades por las precarias condiciones en que vivían, aunque las autoridades alegan el abandono fue a causa de la crecida del río Yaque del Norte.
La situación se repite en otras poblaciones rurales de la zona de Montecristi como Isabel de Torre, El Gómez y Judea, donde las escuelas primarias fueron cerradas por falta de alumnos, debido a que las familias dominicanas se llevaron sus niños cuando abandonaron el lugar.
Para “dominicanizar” estas comunidades fronterizas las autoridades dominicanas tendrán que hacer un gran esfuerzo, porque la mayoría son poblados totalmente haitianos en lo cultural, lo social y político.
Mencía, otrora pueblo orgulloso de su dominicanidad, llegó a convertirse en una ciudad fantasma, hasta que poco a poco haitianos indocumentados comenzaron a darle vida con su presencia.En la actualidad, el drama de Mencía es un mal que se extiende por los 382 kilómetros de la frontera.
Desde Pedernales hasta Pepillo Salcedo, los haitianos no sólo sustituyen a los dominicanos en las labores agrícolas y domésticas, sino que en algunos barrios se han constituido en mayoría.
El abandono de poblados enteros de parte de los dominicanos se observa en el llamado “Sur Profundo”, como ocurre en la comunidad de José Francisco Peña Gómez (antiguo Mencía), en Pedernales, hasta la parte Norte, como Dajabón y Montecristi.
En esta última zona decenas de escuelas han sido cerradas por el ministerio de Educación, por falta de alumnos dominicanos, zona donde muchas escuelas no llegan a quince estudiantes.
La presencia de haitianos en la frontera es tal, que en muchas comunidades los alcaldes pedáneos no saben hablar español, y los dominicanos que viven en esos lugares son alcanzan al tres por ciento de los habitantes.
Un ejemplo de esa situación son las localidades de Jaramillo, Judea, Isabel de Torres, El Gómez, La Cabuya, batey Madre, La Senita, Montecristi, donde 82 de las 83 viviendas que tiene el poblado, están ocupadas por familias haitianas y la restante es propiedad de un dominicano casado con una joven haitiana.
Las familias dominicanas que vivían en el lugar abandonaron sus casas y propiedades por las precarias condiciones en que vivían, aunque las autoridades alegan el abandono fue a causa de la crecida del río Yaque del Norte.
La situación se repite en otras poblaciones rurales de la zona de Montecristi como Isabel de Torre, El Gómez y Judea, donde las escuelas primarias fueron cerradas por falta de alumnos, debido a que las familias dominicanas se llevaron sus niños cuando abandonaron el lugar.
Para “dominicanizar” estas comunidades fronterizas las autoridades dominicanas tendrán que hacer un gran esfuerzo, porque la mayoría son poblados totalmente haitianos en lo cultural, lo social y político.
Migración masiva
El primer y gran escollo para “dominicanizar” la frontera está en que más del 60 por ciento de los habitantes de las provincias fronterizas de Pedernales, Independencia, Elías Piña, Dajabón y Montecristi, son ciudadanos haitianos, o son hijos de personas nacidas en el hermano país, que se trasladaron a la República Dominicana en busca de una sobrevivir a la pésima situación económica de su país.
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